23 ago 2008

a fin de cuentas, el arte arde en el infierno

[...] Es claro que el quehacer artístico se puede contemplar desde diferentes perspectivas tomando en cuenta algo esencial: la libertad.

[...] ¿Y la libertad?, ¿cuál libertad? La única verdadera que el artista tiene es la de destruir su propia obra.
Lo que domina es el dinero y los sueños de gloria.
El arte servil al mercado no puede crecer, no puede ser salvado en la pequeñez burocrática.
El genio del gran arte ha estado vinculado siempre a la fe, a la religión, a la filosofía, a las ideas de justicia, de libertad, al humanismo.  Lo que no significa que debe ser un arte declamatorio y menos que se le exija expresar o describir tales o cuales signos.
Significa que el ánima de la creación no está en el dinero... quizá en la libertad, como base de la pirámide de los valores.
Existen, como sabemos, personajes que conducen y orientan la producción artística actual, trazan sus líneas.  ¿Son artistas? No. ¿Son historiadores del arte, filósofos?
No. Son comerciantes y se les suele identificar como críticos de arte, como promotores.  Los que siguen las pautas de la política y el mercado.
Todo esto, por supuesto, en nombre de una modernidad ineludible.
En la actualidad hay dos formas de arte que se imponen en galerías y museos.  En escultura, por ejemplo, obras que toman como materia prima la basura, los objetos de desecho industrial, constituyendo, incluso, grandes monumentos. [...]
Además, ¿qué significa idealizar la basura y el desecho?, ¿qué a mayor consumo, más cerca estamos del goce estético?
Otra tendencia actual en los museos es la de las instalaciones, ¿serán caminos a la reflexión, a la meditación, al nirvana? o un entrenamiento para suscitar al espectador el surgimiento espontáneo hacia la introspección filosófica, más allá del aburrimiento y la repetición de un arte decadente.
[...]

cuaderno de amaxac, federico silva

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